lunes, 13 de diciembre de 2010

El patio se convierte en una despensa

En la cooperativa Shilov hay un huerto comunitario de 30 por 15 m de superficie, que cuidan seis personas. Cosechan las hortalizas cada tres meses.  | FOTO: JOSÉ MORÁN / El Telégrafo

En los huertos orgánicos, comunitarios y familiares de Guayaquil, se cultiva tomate, rábano, cebollines, pepinos, berenjena, pimiento, cilantro, perejil y albahaca.

Un promedio de dos a tres horas diarias les dedican los diferentes cultivadores a sus espacios.

Entre 30 y 40 dólares se invierte en materiales para cercar y habilitar un huerto dentro de las comunidades.

La cosecha se realiza cada tres meses.

Preparados caseros y comerciales como el compose, Biol, Ecofolial, cebolla colorada con ajo y albahaca, se utilizan para abonar y acabar con las plagas en los huertos.
Con apoyo de instituciones, en Guayaquil también cultivan hortalizas en patios de las casas.


Los huertos orgánicos, ya sean comunitarios o personales, son una alternativa de ahorro inyectada de salud, para poner las verduras y frutas en la mesa.
Dos fundaciones, una institución educativa y una ama de casa están vinculados en parte de Guayaquil con el cultivo de frutas y hortalizas en los patios de los hogares.

Vuelan sobre el huerto de Shivlon
Con los huertos llegaron las mariposas, corrobora Nadia. Ella no despega sus manos de la tierra. Los bichos alados blancos, revestidos de dorado por el sol, flotan sobre las plantas que siete personas cultivan en un solar de Monte Sinaí. El modelo de compra diario en la tienda del barrio, para los encargados de este huerto en la cooperativa Shivlon, en el norte de la ciudad, es obsoleto. Nadia Posligua y Paola Aguayo, dos de las responsables del huerto, lo han remplazado por los trabajos de agricultura diarios.

Dedican entre dos y tres horas a regar las plantas y remover la tierra. Cultivan acelga, nabo, cebollas, tomates, berenjenas, jengibre, perejil y tres clases de cebollas en espacios a los que llaman camas, que son parcelas señalizadas. Cosechan cada tres meses.

El proyecto lo coordinaron y financiaron cuatro estudiantes del colegio La Asunción, como proyecto de grado de su especialización Físico Matemáticas.

La tierra se preparó con Biol, un fertilizante orgánico formado por una descomposición de abono de vaca, leche, melaza y hojas de leguminosas. “Es un pesticida y fertilizante a la vez”, explica el estudiante Jorge Velasco.

En el huerto hay 5 fundas grandes en las que colocan todos los desechos producidos en sus casas, que luego los traen y así preparan la tierra para las cosechas.

Fumigan también el espacio con Ecofolial, un pesticida preparado a base de albahaca y ajo. que lo aplican diariamente en el área de siembra.

El cercado del huerto que tiene 30x15 m de superficie y la readecuación del espacio, costó $1.000. Se recaudó el dinero mediante rifas.

Para rehabilitar el terreno se comunicaron con la Prefectura del Guayas.

Un sondeo previo reveló que después de los servicios básicos, la alimentación era considerada el segundo mayor problema en el sector, por ello consideraron pertinente readecuar el huerto.

Un huerto con rabo de gato
Frente a este huerto queda el de Rita Godoy, ella ha sembrado una mata de rabo de gato roja frente a la cerca.

Godoy invirtió $30 en los listones de madera utilizados para el cerco y las camas de sembrío; las semillas se las regaló su padre.

El ahorro es notable comenta, pues antes gastaba $9 a la semana en legumbres, ahora lo que hace es invertir dos horas diarias en el cuidado de las plantas.
“Esta tierra está preparada de forma natural; le puse melaza y abono seco y fresco de vaca”, cuenta.

Cultura y verdura
Desde el 2002 el programa Zumar ha capacitado a 1.200 familias a lo largo de Bastión Popular. Graciella Trello, directora del programa, cuenta que al detectar en una investigación previa, que la desnutrición leve era un factor que alcanzaba al 30% de los niños de la zona, se decidió implementar el programa de huertos orgánicos.

El ahorro es notable, comentan, pues antes gastaban $9 a la semana en legumbres
Lo más complejo ha sido incorporar el uso de legumbres y verduras en la alimentación diaria. “Tratamos de que en las capacitaciones aprendan a incorporar un ingrediente atractivo, como carne salteada con verduras, para los niños”, dice.

Cada año se incorporan 100 nuevos huertos, es decir, 100 familias que cultivan y preparan el compos (tierra de sembrado) con las capacitaciones que reciben.

En el 2010 se implementó el proyecto en Flor de Bastión, con 50 cultivos.

El costo del huerto, asumido por Zumar, es de $ 40. Para la renovación de la tierra, después de cada cosecha, las familias aprenden a preparar el compos con los desechos orgánicos y a armar los semilleros para renovar las cosechas.

Los semilleros portátiles son cajas formadas con listones de madera que miden 50 cm de largo, 35 de ancho y 10 de profundidad, donde en cada cuadrante se colocan las semillas para que germinen.

1.200
son los huertos familiares que hasta ahora ha promovido la corporación Zumar.
Las cincuenta macetas
Diciembre es el tiempo de las calabazas, pepinos florecidos y tomates en la casa de Tania García, en la vía a la Costa. Ella le dedica dos horas diarias a sus 50 macetas en las que siembra hortalizas y verduras, que son consumidas en su casa.

Para no utilizar pesticidas artificiales emplea una mezcla de la cáscara de la cebolla colorada licuada con ajo. La mezcla se cierne, se deja reposar un día y luego puede utilizarse para rociar sobre las plantas y ahuyentar las plagas e insectos.

“Las semillas preparadas en el semillero las puedes utilizar cuando les aparece la quinta hoja”, explica Tania, quien inició su cultivo cuando su esposo se encontraba realizando un proyecto sobre cultivos de banano y ella decidió plantar las semillas en una maceta, desde entonces mantiene todo tipo de leguminosas y frutas en tachos.


Por: Fernanda Carrera Toscano
maria.carrera@telegrafo.com.ec
Guayaquil

El patio se convierte en una despensa

En la cooperativa Shilov hay un huerto comunitario de 30 por 15 m de superficie, que cuidan seis personas. Cosechan las hortalizas cada tres meses.  | FOTO: JOSÉ MORÁN / El TelégrafoEn los huertos orgánicos, comunitarios y familiares de Guayaquil, se cultiva tomate, rábano, cebollines, pepinos, berenjena, pimiento, cilantro, perejil y albahaca.

Un promedio de dos a tres horas diarias les dedican los diferentes cultivadores a sus espacios.

Entre 30 y 40 dólares se invierte en materiales para cercar y habilitar un huerto dentro de las comunidades.

La cosecha se realiza cada tres meses.

Preparados caseros y comerciales como el compose, Biol, Ecofolial, cebolla colorada con ajo y albahaca, se utilizan para abonar y acabar con las plagas en los huertos.
Con apoyo de instituciones, en Guayaquil también cultivan hortalizas en patios de las casas.


Los huertos orgánicos, ya sean comunitarios o personales, son una alternativa de ahorro inyectada de salud, para poner las verduras y frutas en la mesa.
Dos fundaciones, una institución educativa y una ama de casa están vinculados en parte de Guayaquil con el cultivo de frutas y hortalizas en los patios de los hogares.

Vuelan sobre el huerto de Shivlon
Con los huertos llegaron las mariposas, corrobora Nadia. Ella no despega sus manos de la tierra. Los bichos alados blancos, revestidos de dorado por el sol, flotan sobre las plantas que siete personas cultivan en un solar de Monte Sinaí. El modelo de compra diario en la tienda del barrio, para los encargados de este huerto en la cooperativa Shivlon, en el norte de la ciudad, es obsoleto. Nadia Posligua y Paola Aguayo, dos de las responsables del huerto, lo han remplazado por los trabajos de agricultura diarios.

Dedican entre dos y tres horas a regar las plantas y remover la tierra. Cultivan acelga, nabo, cebollas, tomates, berenjenas, jengibre, perejil y tres clases de cebollas en espacios a los que llaman camas, que son parcelas señalizadas. Cosechan cada tres meses.

El proyecto lo coordinaron y financiaron cuatro estudiantes del colegio La Asunción, como proyecto de grado de su especialización Físico Matemáticas.

La tierra se preparó con Biol, un fertilizante orgánico formado por una descomposición de abono de vaca, leche, melaza y hojas de leguminosas. “Es un pesticida y fertilizante a la vez”, explica el estudiante Jorge Velasco.

En el huerto hay 5 fundas grandes en las que colocan todos los desechos producidos en sus casas, que luego los traen y así preparan la tierra para las cosechas.

Fumigan también el espacio con Ecofolial, un pesticida preparado a base de albahaca y ajo. que lo aplican diariamente en el área de siembra.

El cercado del huerto que tiene 30x15 m de superficie y la readecuación del espacio, costó $1.000. Se recaudó el dinero mediante rifas.

Para rehabilitar el terreno se comunicaron con la Prefectura del Guayas.

Un sondeo previo reveló que después de los servicios básicos, la alimentación era considerada el segundo mayor problema en el sector, por ello consideraron pertinente readecuar el huerto.

Un huerto con rabo de gato
Frente a este huerto queda el de Rita Godoy, ella ha sembrado una mata de rabo de gato roja frente a la cerca.

Godoy invirtió $30 en los listones de madera utilizados para el cerco y las camas de sembrío; las semillas se las regaló su padre.

El ahorro es notable comenta, pues antes gastaba $9 a la semana en legumbres, ahora lo que hace es invertir dos horas diarias en el cuidado de las plantas.
“Esta tierra está preparada de forma natural; le puse melaza y abono seco y fresco de vaca”, cuenta.

Cultura y verdura
Desde el 2002 el programa Zumar ha capacitado a 1.200 familias a lo largo de Bastión Popular. Graciella Trello, directora del programa, cuenta que al detectar en una investigación previa, que la desnutrición leve era un factor que alcanzaba al 30% de los niños de la zona, se decidió implementar el programa de huertos orgánicos.

El ahorro es notable, comentan, pues antes gastaban $9 a la semana en legumbres
Lo más complejo ha sido incorporar el uso de legumbres y verduras en la alimentación diaria. “Tratamos de que en las capacitaciones aprendan a incorporar un ingrediente atractivo, como carne salteada con verduras, para los niños”, dice.

Cada año se incorporan 100 nuevos huertos, es decir, 100 familias que cultivan y preparan el compos (tierra de sembrado) con las capacitaciones que reciben.

En el 2010 se implementó el proyecto en Flor de Bastión, con 50 cultivos.

El costo del huerto, asumido por Zumar, es de $ 40. Para la renovación de la tierra, después de cada cosecha, las familias aprenden a preparar el compos con los desechos orgánicos y a armar los semilleros para renovar las cosechas.

Los semilleros portátiles son cajas formadas con listones de madera que miden 50 cm de largo, 35 de ancho y 10 de profundidad, donde en cada cuadrante se colocan las semillas para que germinen.

1.200
son los huertos familiares que hasta ahora ha promovido la corporación Zumar.
Las cincuenta macetas
Diciembre es el tiempo de las calabazas, pepinos florecidos y tomates en la casa de Tania García, en la vía a la Costa. Ella le dedica dos horas diarias a sus 50 macetas en las que siembra hortalizas y verduras, que son consumidas en su casa.

Para no utilizar pesticidas artificiales emplea una mezcla de la cáscara de la cebolla colorada licuada con ajo. La mezcla se cierne, se deja reposar un día y luego puede utilizarse para rociar sobre las plantas y ahuyentar las plagas e insectos.

“Las semillas preparadas en el semillero las puedes utilizar cuando les aparece la quinta hoja”, explica Tania, quien inició su cultivo cuando su esposo se encontraba realizando un proyecto sobre cultivos de banano y ella decidió plantar las semillas en una maceta, desde entonces mantiene todo tipo de leguminosas y frutas en tachos.


Por: Fernanda Carrera Toscano
maria.carrera@telegrafo.com.ec
Guayaquil